El
género teatral está rodeado de unas circunstancias especiales: como
espectáculo, pesan sobre él unos condicionamientos comerciales
(predominio de locales privados, cuyos empresarios deben tener en
cuenta los gustos del público, burgués en su mayoría). Esto afecta
a lo ideológico (tiene pocas posibilidades de triunfar un teatro que
sea excesivamente crítico con el público burgués) y a lo estético
(las novedades formales también se encontrarán con la resistencia
del público). Así, por una parte, hemos de hablar del teatro que
triunfa en los escenarios y, por otra, del teatro que pretende
innovar.
A)
Teatro que triunfa, continuador, en gran parte, del teatro
imperante a finales del XIX (drama posromántico de Echegaray, “alta
comedia”, costumbrismo…). En esta línea se sitúan:
-
La comedia burguesa de Jacinto Benavente, dramaturgo que
comenzó con El nido ajeno (1894), obra en la que manifestaba
una crítica a la situación de opresión de la mujer casada. Esta
obra fue aplaudida por algunos jóvenes inquietos, pero fue un
fracaso de público (tuvo que retirarse del cartel ante la
indignación de los espectadores). El autor atemperó su crítica
social en sus siguientes obras (La noche del sábado, Rosas de
otoño), consiguiendo así tener éxito de público. Sus mejores
obras son Los intereses creados
(1907), que critica los ideales burgueses pero hasta límites
tolerables por el público, y La
malquerida (1913), drama rural sobre una pasión
incestuosa. La importancia de Benavente radica en que acaba con los
residuos del drama posromántico, proponiendo un teatro sin
grandilocuencia, aunque cae a veces en el sentimentalismo y se pliega
a las exigencias del público burgués. También hay que destacar su
habilidad técnica, su ingenio y la fluidez de sus diálogos.
-
Teatro poético en verso, de ideología tradicionalista,
influido por el teatro romántico y también por el estilo
modernista. En esta línea destacan Francisco Villaespesa (El
alcázar de las perlas, La leona de Castilla), Eduardo
Marquina (Las hijas del Cid, En Flandes se ha puesto el sol)
y los hermanos Machado (Juan de Mañara, La Lola se va a
los puertos). Esta última obra es quizá la más conseguida,
sobre una bella cantaora que desdeña a los señoritos y entrega su
amor a un guitarrista, encarnación del pueblo.
-
Teatro cómico, en el que
cabe destacar a los siguientes autores:
-
Los hermanos Álvarez Quintero,
con obras como El patio o
El genio alegre, que
presentan una Andalucía tópica, sin más problemas que los
sentimentales.
-
Carlos Arniches, cuyo
mayor mérito es el intento de creación de un género nuevo, la
“comedia grotesca”, en la que aparece una actitud crítica hacia
las injusticias y una observación de costumbres más profunda (La
señorita de Trevélez,
1916). Escribió además sainetes de ambiente madrileño, como El
santo de la Isidra.
-
Pedro Muñoz Seca,
autor de menor calidad pero de mucho éxito, creador del “astracán”
(género cómico en el que se suceden situaciones descabelladas, con
el único objetivo de arrancar la carcajada). Destaca La
venganza de don Mendo
(1918), parodia del drama romántico y del teatro en verso de
aquellos años.
B)
Teatro innovador, en el que
debemos destacar a los siguientes autores:
-
Miguel de Unamuno (1864
- 1936), con dramas de ideas
(“drumas” los llamaba él) en los que presenta los conflictos
humanos que le obsesionaban, con diálogos densos y sin concesiones a
las exigencias comerciales (Fedra,
La venda, El otro…).
-
Azorín (1873 -
1967), con un teatro en la
línea de lo irreal y lo simbólico (trilogía Lo
invisible, sobre la
angustia ante la muerte).
-
Jacinto Grau (1877
- 1958), dedicado
exclusivamente al teatro, despertó interés fuera de España pero
aquí fracasó. Sus obras se inspiran sobre todo en temas o mitos
literarios (El Conde
Alarcos, El señor de Pigmalión;
esta última presenta a un artista, creador de unos muñecos que se
rebelan contra su creador).
-
Ramon M.ª del Valle-Inclán (1866
- 1936), uno de los grandes
renovadores del teatro del siglo XX, junto con Lorca.
Sus
primeras obras teatrales, las Comedias
bárbaras (Águila
de blasón, Romance de lobos, Cara de Plata)
están
ambientadas
en la Galicia
rural, con personajes extraños, violentos, tarados, atormentados por
pasiones intensas; el
lenguaje de estas obras es fuerte, incluso agrio, pero musical y
brillante. Estas obras se consideraron irrepresentables, dada su
extensión, pero su fuerza dramática es muy intensa. Les siguen las
farsas y dramas escritos entre 1909 y 1920 (La cabeza del dragón,
Cuento de abril, La Marquesa Rosalinda), con un lenguaje desgarrado y
bronco que contrasta con algunos restos modernistas.
En 1920 publica Farsa italiana de la enamorada del rey, Farsa y licencia de la Reina Castiza, Divinas palabras y Luces de bohemia. En estas cuatro obras se aprecia ya una deformación de la realidad. Luces de bohemia es la primera obra que él llama “esperpento”, palabra con la que el autor se refiere a esas obras suyas en las que se mezclan lo trágico y lo burlesco. Los esperpentos se caracterizan por la deformación de la realidad, la deshumanización caricaturesca de los personajes (a veces aparecen animalizados e incluso cosificados) y la ridiculización de los valores de la sociedad tradicional. Además de Luces de bohemia, Valle publicará otros tres esperpentos, Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del difunto (1926) y La hija del capitán (1927), agrupados en el título Martes de carnaval.En los esperpentos de Valle se ha visto la influencia del expresionismo, uno de los movimientos de vanguardia.
-
Teatro de vanguardia,
en el que destaca Ramón Gómez de la Serna
(1888 - 1963), con obras como La
utopía, El laberinto o
Los medios seres (1929),
la más importante, en la que los personajes aparecen con la mitad
del cuerpo totalmente negra, como símbolo de la personalidad
incompleta, parcialmente realizada y parcialmente frustrada.
-
Teatro de la Generación del 27,
caracterizado por la depuración del teatro poético, la
incorporación de las formas de vanguardia y el propósito de acercar
el teatro al pueblo (a veces confluyen las tres facetas, como en
Lorca, el más importante).
Debemos destacar a los
siguientes autores:
-
Federico García Lorca
(1898 - 1936): El tema central de su teatro, como el de su poesía,
es la frustración, el destino trágico (pasiones condenadas a la
soledad o a la muerte, amores marcados por la esterilidad…,
frustración vital en definitiva). Esa frustración puede producirse
en el plano metafísico (las fuerzas enemigas son el tiempo, la
muerte) o en el social (prejuicios de casta, convenciones sociales…).
Lorca
critica duramente el teatro comercial de su época, y con el tiempo
irá teniendo una idea didáctica del teatro, un creciente enfoque
social (“El teatro es una escuela de llanto y de risa, y una
tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales
viejas o equívocas, y explicar con ejemplos vivos normas eternas del
corazón y del sentimiento del hombre”).
Cultivó
diversos géneros (guiñol, drama simbolista, teatro surrealista,
tragedia…). Sus dos primeras obras están compuestas en verso,
luego mezcla verso y prosa y su última obra, La casa de Bernarda
Alba, está escrita íntegramente en prosa (aunque una prosa
profundamente poética). En cuanto a su lenguaje, destacan el sabor
popular, el aliento poético (símbolos, metáforas, comparaciones
originales…).
En
su producción poética pueden distinguirse tres etapas:
1ª)
Tanteos de los años 20:
El
maleficio de la mariposa
(estrenada en 1920), obra de raíz simbolista, sobre el amor
imposible. Fue un rotundo fracaso de público.
Títeres
de cachiporra (1922 -
23), obras de guiñol que solo se representaron ante su círculo de
amigos.
Mariana
Pineda (1925), drama de
amor trágico, en verso, con resonancias antidictatoriales. Fue su
primer éxito de público (se estrenó en 1927).
La
zapatera prodigiosa
(1926) mezcla prosa y verso (mito de la lucha entre realidad y
fantasía, lo irrealizable).
Amor
de don Perlimplín con Belisa en su jardín
(1928) presenta un amor trágico, con aires de farsa.
Retablillo
de don Cristóbal (1931)
es una farsa para guiñol, en la que destaca su frescura popular.
2ª)
Experiencia vanguardista, que responde a una doble crisis, vital
(relacionada con la homosexualidad del poeta) y estética (búsqueda
de un nuevo lenguaje). Fruto de esta crisis serán sus “comedias
imposibles” (llamadas así por él):
El
público (de la que solo
tenemos un borrador, no definitivo, de 1930) es una especie de auto
sacramental sin Dios, cuyos personajes encarnan las obsesiones y
conflictos internos del poeta. En esta obra acusa a la sociedad, que
condena y “crucifica” al homosexual, critica a los que no son
capaces de reaccionar con valentía y dignidad ante tal represión, y
proclama que es lícito cualquier tipo de amor. Esta
obra tuvo un gran éxito en España y en Europa en los años 80. La
estética de la obra es muy audaz, de corte surrealista.
Así
que pasen cinco años
(1931) es una obra más elaborada, en la que el autor nos presenta a
un joven partido entre dos amores, animado por un ansia de paternidad
imposible (en definitiva, el tema de la frustración íntima).
3ª)
Etapa de plenitud, marcada por la unión de rigor estético y alcance
popular. La mujer ocupará un puesto central en estas obras, por su
condición de criatura marginada.
Bodas
de sangre
(1933) está basada en un hecho real (novia que escapa con su amante
el día de la boda). En esta tragedia, Lorca nos presenta una pasión
que desborda las fronteras sociales y morales, en una Andalucía de
carácter mítico. La obra mezcla verso y prosa. Fue un gran éxito
de público.
Yerma
(1934) es el drama de la mujer estéril, de gran alcance simbólico.
La tragedia surge del choque entre el ansia insatisfecha de
maternidad (deseo de realización) y la fidelidad al marido
(convenciones sociales). También mezcla prosa y verso (coros de las
lavanderas). Fue también un éxito de público, aunque no gustó a
los más conservadores.
Doña
Rosita la soltera o el lenguaje de las flores
(1935) es un drama sobre la espera inútil del amor (situación de la
mujer en la burguesía urbana; tema de la frustración).
La
casa de Bernarda Alba
(1936) supone la culminación del teatro lorquiano (no se estrenó
hasta 1945, en Buenos Aires; Lorca la leyó a sus amigos). El tema de
la obra es el enfrentamiento entre autoridad y libertad, la rebeldía
contra la represión. Ese conflicto desembocará en la muerte. Parte
de una situación límite: tras la muerte de su segundo marido,
Bernarda Alba impone a sus cinco hijas un riguroso luto de ocho años.
La actitud de las hijas irá desde la sumisión o la resignación
hasta la rebeldía. En la asfixiante atmósfera de la casa de
Bernarda, Pepe el Romano será el catalizador de esas fuerzas
encerradas. Es un personaje que no aparece en escena, pero que está
omnipresente: pretendiente de Angustia (la hija mayor, del primer
matrimonio, poco agraciada y la única con dinero), enamora a Adela,
la pequeña, con quien se ve a escondidas. Y despierta también el
amor de otra de las hijas, Martirio, lo que provocará una tensión
entre las hermanas que desembocará en tragedia.
Hay
que destacar el realismo poético de la obra, la dimensión simbólica
de muchas realidades (el río simbolizará la fuerza vital, el
erotismo; los pozos, la muerte; la casa, la represión, la falta de
libertad; el mar y los campos, la libertad; el olivar será el ámbito
de los encuentros eróticos; el caballo simbolizará los impulsos
vitales reprimidos). El diálogo se caracteriza por su fluidez, por
réplicas cortas y rápidas, pero cargadas de intensidad.
-
Pedro Salinas (1891-1951):
Casi todo su teatro es del exilio (por lo que corresponde a los años
de la posguerra). Escribe un teatro poético, que ha sido poco
representado. Escribe dos obras largas (Judith
y el tirano, El dictador)
y doce obras en un acto (por ejemplo, La
cabeza de Medusa, La estratosfera).
-
Rafael Alberti
(1902-1999):
Antes de la guerra escribe El
hombre deshabitado
(1930), de tipo surrealista, que responde a la crisis que le inspiró
Sobre los ángeles, y
Fermín Galán (1931),
sobre un héroe republicano fusilado, obra con la que gira hacia una
literatura comprometida. Sigue cultivando un teatro político, cuya
obra más importante es Noche
de guerra en el Museo del Prado
(1956). También escribe otras obras como El
adefesio o La
gallarda.
-
Alejandro Casona
(1903 - 1965), con un teatro hábilmente construido, de tono poético,
en el que combina realidad y fantasía, aunque sucumbe a veces ante
ciertos convencionalismos sociales. Destacan La
sirena varada, Nuestra Natacha, La barca sin pescador o
La dama del alba,
considerada su mejor obra.
-
Max Aub (1903 -
1972), cuyo tema central es la incapacidad del hombre para
comprenderse y para comprender la realidad, así como para
comunicarse. Sus principales obras son las del exilio (No,
San Juan, Los trasterrados).
Su teatro renovador no pudo ser conocido en España.
-
Enrique Jardiel Poncela
inicia su carrera teatral en 1927, y Miguel Mihura
escribe Tres sombreros de copa en 1932 (aunque no la estrenará hasta
veinte años más tarde), si
bien estos autores escribirán la mayor parte de sus obras en la
posguerra.
-
Miguel Hernández
(1910 - 1942), considerado un epígono del 27, tras un auto
sacramental (Quien te ha
visto y quien te ve,
1934) cultiva un teatro social con ecos de Lope. Su mejor obra es El
labrador de más aire
(1937). También escribió un teatro de combate, menos preocupado por
la estética (Teatro de
guerra, Pastor
de la muerte).
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