La novela desde principios del siglo XX hasta 1939


Las dos tendencias más importantes de este periodo son la novela noventayochista y la novela novecentista (desde 1914 aproximadamente).


La llamada Generación del 98 está muy marcada por la situación histórica, política y social del momento. Desde finales del siglo XIX se puede hablar de una época de gran crisis en España: situación económica lamentable; graves problemas sociales (paro, miseria, huelgas…); porcentaje elevado de analfabetismo; turno de partidos en el poder en virtud de un pacto previo; pérdida de las últimas colonias (Cuba y Filipinas)... España está muy atrasada con respecto a otras naciones europeas. Ante esta situación, un grupo de escritores se sienten preocupados por el problema de España y en sus obras manifiestan una actitud que se ha llamado “noventayochista” (porque en 1898 se perdieron las últimas colonias).


Como características del noventayochismo podemos destacar:
a) En cuanto a los temas:
- Rechazo de la España oficial y búsqueda de la verdadera “alma” de España, a través del paisaje (sobre todo, el de Castilla) y la historia (pero no la de los grandes acontecimientos, sino la de la vida cotidiana del pueblo, lo que Unamuno llamaba la “intrahistoria”). Contradicción entre la visión crítica negativa de España y el amor por las gentes sencillas que representan la España eterna. 
Castilla va a ser la representación más perfecta de la situación española (porque fue la región con un mayor esplendor en el pasado y una de las que sufre una mayor decadencia a principios de siglo). La descripción del paisaje va a ser subjetiva.
- Preocupación por los temas existenciales: el sentido de la vida, Dios, el misterio de la muerte, el paso del tiempo, la búsqueda de la verdad…

b) En cuanto a las técnicas y el lenguaje:
- Estilo subjetivo: visión sentimental de las gentes y paisajes; lenguaje lírico (adjetivación subjetiva, enumeraciones impresionistas, descripciones que proyectan el estado de ánimo del escritor…).
Lenguaje cuidado y antirretórico: léxico rico (recuperación de palabras rústicas y populares; términos de los autores clásicos españoles), sobriedad en el uso de los recursos retóricos.

Los principales novelistas de la Generación del 98 son Miguel de Unamuno, José Martínez Ruiz, “Azorín”, Pío Baroja y Ramón Mª del Valle Inclán.

Unamuno (1864-1936) posee una personalidad atormentada por la muerte y el ansia de inmortalidad, que es el tema central de su obra. Cultivó todos los géneros literarios (poesía, teatro, ensayo y novela). Es el creador de la “nivola” (él denomina nivolas a sus novelas), caracterizada por la eliminación de las descripciones y situaciones (a no ser que sean simbólicas), la importancia del diálogo y el hecho de que el personaje central actúe desde una perspectiva agonista (lucha bajo la sospecha de su contingencia existencial).  Sus principales novelas son:

- Paz en la guerra (1897), sobre la última guerra carlista (técnica realista).
- Amor y pedagogía (1902), plantea el conflicto entre la vida (el amor, el instinto…) y la razón, concluyendo que la vida no se deja encorsetar por las teorías racionales.
- Niebla (1914), sobre el tema del libre albedrío (¿somos realmente libres o somos marionetas de Dios?).
- Abel Sánchez (1917), sobre el tema de la envidia.
- La tía Tula (1921), sobre el tema de la maternidad frustrada.
- San Manuel Bueno, mártir (1930), breve novela sobre el tema de la fe religiosa (alternativa entre una fe ilusoria y la verdad trágica de que Dios no existe) y sobre el tema de la personalidad (quiénes somos realmente).

Los temas fundamentales de la obra de Azorín (1874-1967) son el paso del tiempo y el tema de España. Entre las características de sus novelas podemos destacar las reflexiones de carácter social, la visión sentimental del paisaje, las abundantes referencias literarias y el predominio de personajes idealistas y meditabundos, derrotados por una sociedad inamovible. Algunas novelas de Azorín son confesiones autobiográficas con un breve hilo argumental, como La voluntad (1902), Antonio Azorín y las Confesiones de un pequeño filósofo, todas con el mismo protagonista, Antonio Azorín (personaje del que el autor toma su pseudónimo). Otras novelas suyas son recreaciones de obras clásicas, como Don Juan, Doña Inés o Tomás Rueda.

Pío Baroja (1872-1956) fue un inconformista radical. Su gran pesimismo le hacía desconfiar de las personas y de las ideas políticas. Sin embargo, se aprecia en él una inmensa ternura por los seres desvalidos o marginados. Su escepticismo radical afecta a lo político, lo social y lo religioso. Para él, el mundo carece de sentido, la vida le resulta absurda y no tiene ninguna confianza en el hombre. Estas ideas explican el hastío vital de muchos de sus personajes. La raíz de esta forma de concebir la vida puede encontrarse en Shopenhauer, el filósofo más leído y admirado por Baroja.

Se aprecia en este autor una cierta despreocupación por la composición: lo que le importa son las anécdotas, las digresiones... Por eso sus novelas tienen una estructura abierta. Su estilo se caracteriza por la frase corta y el párrafo breve. Su prosa es rápida, nerviosa, con un tono a veces agrio. Sus descripciones son impresionistas: pinturas rápidas, hechas con unos pocos detalles significativos, pero que producen una intensa impresión de realidad. Es un maestro también en el uso del diálogo.

Baroja escribió más de sesenta novelas, agrupadas la mayoría en trilogías. Las más importantes son Tierra vasca, formada por La casa de Aizgorri (1900), El mayorazgo de Labraz (1903) y Zalacaín el aventurero (1909); La vida fantástica, cuya novela más importante es Camino de perfección (1902), que tiene como protagonista a un ser reflexivo que encarna la angustia existencial;  La lucha por la vida, formada por La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora roja (1905), en estas novelas Baroja nos muestra el Madrid de la marginación y la miseria; La raza, compuesta por La dama errante (1908), La ciudad de la niebla (1909) y El árbol de la ciencia (1911), protagonizada esta última por un joven reflexivo que se siente desorientado y no le encuentra sentido a la vida; El mar, compuesta por cuatro novelas de acción y aventuras en el mar , entre las que destaca Las inquietudes de Shanti Andía (1911).

Baroja escribe también veintidós novelas históricas que componen las Memorias de un hombre de acción, protagonizadas por Aviraneta, un aventurero que existió en la realidad en el siglo XIX.

Ramón Mª del Valle Inclán es autor de las Sonatas (de primavera, estío, otoño e invierno), novelas cortas protagonizadas por el Marqués de Bradomín, en las que se mezclan la religión y el erotismo, la belleza y el mal. El lenguaje de estas novelas es deslumbrante y colorista (riqueza de adjetivos, comparaciones, imágenes sensoriales…). La atmósfera es plenamente modernista, con gran influencia del Decadentismo francés.

Por otra parte, Valle es autor de la Trilogía de la guerra carlista (Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera, Gerifaltes de antaño), en la que sus héroes y hazañas representan un mundo legendario y romántico que se acaba, en contraste con la brutalidad de la guerra. También en el estilo hay un contraste entre la huella modernista y un lenguaje desgarrado y bronco, acentuado por la presencia de un léxico rústico.

Finalmente, la última etapa de la narrativa de Valle-Inclán es la del esperpento: personajes grotescos, deshumanizados, caricaturescos, con pensamientos disparatados. Esta es la técnica que utiliza en Tirano Banderas (novela sobre un dictador americano, que ejerció gran influencia en la narrativa hispanoamericana del siglo XX) y en la trilogía El ruedo ibérico (La corte de los milagros, Viva mi dueño y Baza de espadas), en la que nos presenta una violenta sátira política de la corte y de la sociedad de Isabel II.

Hacia 1914 surge un nuevo movimiento literario, al que se llamó Novecentismo (o Generación del 14), que convive con las vanguardias en los años 20 y termina decayendo hacia 1930 con la politización de la literatura. Como características de este grupo de escritores podemos señalar su europeísmo, su formación más académica y universal, la huida del sentimentalismo y la reflexión rigurosa y objetiva sobre el tema de España. Además, sienten una gran preocupación por la forma y son defensores de un “arte puro”, “deshumanizado” (separado de lo social y de lo político). Buscan sobre todo la perfección formal, la obra bien hecha. Esta literatura va a estar dirigida a una minoría culta.

El principal teórico de la novela novecentista fue Ortega y Gasset. Según él, los personajes deben dominar sobre la trama, la estructura debe ser cuidada y elaborada y se debe evitar la relación con la realidad social (se busca el mero goce estético, lo que conduce a una novela “deshumanizada”).

Entre los autores novecentistas más importantes destacan:

- Gabriel Miró (Nuestro Padre San Daniel, El obispo leproso), caracterizado por su capacidad para captar sensaciones (luz, color, aromas…) y su gran dominio del lenguaje.
- Ramón Pérez de Ayala (La pata de la raposa, Belarmino y Apolonio), que desemboca plenamente en la novela “intelectual” (acción como mero soporte, inclusión de reflexiones y comentarios, importancia de lo formal).
- Wenceslao Fernández Flórez (Volvoreta), gran maestro de la novela humorística.
- Ramón Gómez de la Serna (El torero Caracho), autor que encarna el espíritu y las actitudes vanguardistas (ruptura con lo anterior, renovación del arte) y que, como novelista, rompe totalmente los moldes del género (sustituye el argumento por cuadros, divagaciones…).

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