Clasifica morfológicamente las palabras subrayadas:
YUHA, EL JUEZ
YUHA, EL JUEZ
Había
una vez un hombre que era carnicero. Tenía una caja
abierta en la que iba poniendo las monedas de plata que
le entragaban al comprar la carne.
Otro
hombre, que le ayudaba, iba marcando las monedas que le
daban al carnicero antes de guardarlas en la caja.
Cuando
hubo vendido toda la carne, le dijo:
-No cierres la caja y
dame mi dinero. Me voy a casa.
-¡Pero qué dices,
hombre! ¡Este dinero es mío! -respondió el
carnicero.
-¡Ni hablar! ¡Lo
he ganado yo con mi trabajo! -replicó
furioso.
-Si tienes alguna
duda, vamos ante un juez.
Se
presentaron ante Yuha, que era el juez, y el carnicero,
indignado, le explicó el problema.
-Bueno -respondió
Yuha-, ¿de dónde has sacado tú este dinero?
-Lo he
ganado vendiendo mi carne.
-¿Y tú,
cómo lo has conseguido?
-Vendiendo la leña que
había recogido -respondió el hombre.
-Es fácil saber quién
de los dos miente -contestó Yuha.
Hizo
traer a sus criados una cacerola llena de agua y les
mandó ponerla sobre el fuego. Acto seguido echó en ella
las monedas de plata.
A
medida que el agua se iba calentando iba apareciendo en su
superficie una capa cada vez más espesa de grasa.
Y
Yuha dijo al carnicero:
-Puedes recogerlas, son
tuyas. La leña no desprende grasa alguna.
Anónimo
Cuento saharaui
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